22 enero, 2013

Hasta Que El Amor Nos Separe: La Expulsión


Twilight es propiedad de Stephanie Meyer, la trama es mía y prohibida la copia total o parcial de la historia. Att. MerySnz
Bella Swan era adicta a los chicos malos. Llevaba años enamorada del peor hombre, su mejor amigo, pero ahora él quería cambiar las cosas. ¿Podrá amar al ahora príncipe azul? "Seré tu amigo hasta que el amor nos separe"


Bella Swan, Actualidad.
Evito mi mirada, lo cual me dijo que se sentía culpable por aquella ocasión. Me encogí de hombros, había ocurrido tanto tiempo  ya no tenía caso discutir por ello.

—Supongo que el hecho de que no recuerdes ni siquiera su nombre debería de alegrarme —Mis labios se curvaron ligeramente.

—Supongo… —Su voz se desvaneció, por unos momentos estuvimos en silencio, después agregó—: pero aprendí mi lección y no volverá a ocurrir. Se podría decir que después de eso me porte relativamente bien.

Dejé escapar una carcajada. ¿Relativamente bien?

—Define “bien”,  Edward.

—Bueno —Hizo una mueca—, no fui ni soy un caballero en toda la extensión de la palabra, sin embargo me mantuve lejos de los problemas. De hecho —sonrió y su mirada brillante se encontró con la mía—, fuiste tu quien se metió en problemas inmediatamente.

¿En qué momento pasamos de hablar de su mal comportamiento al mío?

—Se trataba de ti, no de mí —señalé.

—Lo sé, pero no pude evitar corregirte. Fuiste tú quien no se porto relativamente —dijo la última palabra con comillas en el aire—, bien. 

Hice una mueca, casi segura de saber a que asunto se refería. —No me porte mal, sencillamente me defendí.

Arqueó una ceja, vislumbré en él un poco de su típica actitud arrogante. No todo se había ido.

—¿Defenderte? —Sus cejas subieron y bajaron con incredulidad—. Bella, al pobre hombre lo dejaste si descendencia.

—Ja. Ja. Muy gracioso, él ya tenía hijos. Además,  alguien necesitaba darle un lección de humildad y…

Me interrumpió. —Que ironía —Besó la punta de la nariz.

—Sabes, algunas veces me arrepiento de lo que hice. Durante mucho tiempo mis empleos fueron mal pagados, pero hoy puedo decir con orgullo que me gusta lo que hago y estoy allí gracias a mi esfuerzo y dedicación, no he llego hasta aquí por besarle el trasero a nadie.

Asintió. —Estoy de acuerdo contigo, a pesar que en su momento no lo estuve —suspiró—. ¿Pero no podrías haberle dado una disculpa-no-sincera para no herir tu orgullo ni el de él?

—¿Y soportar su sonrisa de satisfacción el resto del curso? No. La mayoría de las veces no me arrepiento.

—La mayoría de las veces —No fue una pregunta, si no una afirmación—. Pero yo sí me disculpe por ti, Bella.

Fruncí el ceño, sin comprender del todo su última frase. ¿Qué quería decir con que él se disculpo?

—¿Con quién te disculpaste y por qué?

—Con el Doctor, para que intercediera por ti.

—Te pedí que no lo hicieras —Casi grité—. Me dijiste que no lo harías. No, me prometiste que no lo harías.

—En ese entonces no tomaba muy enserio mis promesas —Se disculpo con un encogimiento de hombros—. Yo soy quería seguir teniéndote a mi lado, de eso me declaro culpable.

Su voz no tenía ni una pizca de disculpa. Eso me exasperaba.

—¡Edward! ¿Por qué esperaste hasta hoy para confesármelo? —Lancé las manos al aire como gesto de exasperación.

—Debido a que ya no me acordaba. Si tu no podías disculparte, yo  sí.

—Pero tu… pero tu… —No te disculpas nunca.

Él entendió mis palabras no pronunciadas.

—En ese momento yo sólo  pensaba en no perderte, en el daño que te ocasionaría ser expulsada de la universidad, no sólo académicamente, si no con tu familia, tu futuros empleos, y más que nada, yo no quería perderte. Pensaba que ese sería nuestro fin, tú te marcharías o te alejaría de mí. Pensé que yo estaría tomando clases mientras tú ya no tenías el apoyo de Charlie y Renee, y te mudarías de regreso a Fork —Tomó una bocanada de aire—, pensé en muchas cosas.
—Edward, no te librarías de mí tan fácilmente…



Bella Swan, 23 años.

Mis deportivas golpeteaban con impaciencia el suelo de mármol, sequé mis manos contra la mezclilla de mis vaqueros, y sin embargo el nerviosismo de desaparecía.

Me encontraba afuera de la oficina de mi maestro de Psicología, un tipo pomposo con el ego por el cielo. Si a mi me preguntaban, su coeficiente intelectual es el de un bebé de dos años. Sin embargo, tiene estudios y postgrados en las universidades más reconocidas del país y contaba con el respeto de la junta directiva de la universidad.

Para mi era un viejo rabo verde que le gustaba coquetear con sus alumnas creyéndose Robbie Williams. Seguramente tiene fantasías de nosotras subiéndonos a los escritorios y gritándole: “Oh, capitán, mi capitán”.

Le había pillado mirando la entrepierna a una compañera que usaba falta y descuidadamente se sentó mal. También lo pillé mirándome el escote la semana pasada y cuando entramos a clase ayer sentí una mano posarse en mi trasero, pero había tantos chicos detrás de mí intentando entrar al aula junto con el maestro que no podía acusar a nadie. Pero estaba segura que fue él.

A pesar de los incidentes, me había citado hace unas horas a su oficina. Mentiría si dijera que su clase es una de mis materias favoritas. Así que no me esforzaba por participar y sobresalir en mis notas, sin embargo entregaba los trabajos a tiempo.

Y era la incógnita la que me tenía nerviosa. ¿Para qué me cito?

No ayudaba saber que él estaba solo en su despacho y sin embargo no me recibía. Me hacía esperar con un propósito, ¿Pero cuál?

Cuando por fin el reloj en el pasillo mostró la hora en punto, él salió de su oficina. Su ropa impecable y ajustándose sus gafas.

—Pase, Srta. Swan. Acabo de desocuparme.

Mentira.

Caminé con paso decidido dentro de su oficina, fingiendo una seguridad que no poseía. Sin esperar invitación me senté en la silla frente al escritorio.

Miré sin disimulo a mi alrededor, estantes llenos de libros en las cuatro paredes, un largo sofá a mi lado derecho, una maceta con una extraña planta en una orilla, un archivero plateado con una cafetera sobre ella y su escritorio viejo y elegante era todo lo que había en ella. De hecho, su moderna portátil sobre el escritorio de caoba era demasiado llamativa entre tantas cosas antiguas y… viejas como su dueño.

—¿Puedo saber para que me citó aquí? —Me eché para atrás para verlo  encender la cafetera antes de sentarse detrás del escritorio, después pasó sus manos sobre sus pantalones.

Bien, no soy la única nerviosa.

—He revisado el último trabajo que me entrego.

Oh, era eso. Bueno, mi trabajo no fue el más elaborado, ni el basado en mejor investigación, pero era claro, conciso y coherente. No esperaba la nota más alta, pero tampoco una baja.

Buscó entre varios folder hasta que dio con el que supuse era mío.

Basándome en las observaciones, la mejor técnica para disminuir o acabar con el consumo del cigarro es la fuerza de voluntad. Sin ella, lo demás no aportará cambio alguno.  —Leyó.

—Sí, sé que no es la deducción más asombrosa, pero estoy segura de que es la más correcta.

—Sus compañeros entregaron trabajos más… ¿estimulantes?

—¿Qué tiene de estimulante trabajos amarillentos? Las personas controversiales disfrutaran de leer escritos controversiales, no me interesa escribir sobre el perfil del último adolescente incomprendido que decidió matar a sus compañeros de clase.

Enrojeció. —¿Y escribir sobre “cómo dejar el tabaco” no considera que es algo de preparatoria?

—¡Claro que no! Pero la mayoría de mis compañeros fuman demasiado, es una adicción.

—Usted también es una adicta —Interrumpió.

—¿Perdón? —¿Acababa de llamarme adicta?

Tomé una bocanada de aire, el aroma de café recién hecho me tranquilizo.

—Me atrevo a decir que usted fuma desde temprana edad. ¿Me equivoco?

No, pero no pensaba admitirlo.

—Entonces estoy aquí porque considera mi trabajo mediocre —No fue una pregunta.

—No, pero puedo haber hecho un trabajo más complejo.

Se levantó se su silla y fue al archivero detrás de él, lo vi llenar dos tazas con café hirviendo. No quise señalar que yo no quería café, pero en la situación que me encontraba no quería buscar más pelea.

Dejó una humeante taza frente a mí y la otra frente a su silla para proceder a sentarse. —Me disculpara si no le ofrezco crema, suelo beber mi café negro.

Asentí, pero no tomé mi café.

—Mi trabajo no es el más original, sin embargo es claro y conciso.

—Exactamente por eso está aquí.

—¿No es claro y conciso?

—No es el más original —Bebió café y después ojeó nuevamente mi trabajo—. Este trabajo ya ha sido entregado antes.

Lo miré confundida. —¿Alguien más entregó un trabajo sobre la adicción al cigarro? ¿También citó a las veinte personas que entregaron su análisis sobre desequilibrados-mentales-que-matan-a-compañeros-de-clases?

Suspiró y ajustó sus gafas. —No, la cité a usted para decirle que su trabajo es igual en cada palabra. Plagio su trabajo, en esta universidad no aceptamos el robo del trabajo ajeno.

Mi cara debió de ser un poema, porque yo estaba realmente confundida. —Sigo sin entender, ¿me puede decir de quien es ese trabajo del cual yo supuesta robé?

—No es de un compañero de clase.

—¿Fue de algún otro grupo?

—No, de hecho no es de está universidad.
—Entonces es imposible que sea plagio, quizás es parecido y las grandes mentes piensan igual —Traté de bromear.

—No entiende el problema en el que está medita, ¿verdad? —Su voz un poco dura—. Podrían demandarla, expulsarla de la universidad, ficharla en las empresas…

—Pero, pero, pero… —tartamudeé.

—Pero podemos solucionar el problema —Se levantó, rodeando el escritorio y posicionándose detrás de mí—. No tengo porque informarle al decano de mi descubrimiento.

—Le aseguró que debe de ser un error —dije con ímpetu—. Le doy mi palabra.

—Aquí el valor de la palabra carece de significado —Su mano se posó en mi hombro y me estremecí, mordiéndome el labio, deseando con vehemencia que no sean imaginaciones mías sus insinuaciones.

—Entonces, que sean los hechos. Busqué el análisis original y comparemos. Estoy segura de que debe ser un error.

Chasqueo la lengua, su aliento soplando el cabello en mi cuello. —Es un plagio si yo lo digo, Srta. Swan.

¿Trataba de decirme que todo era un invento? Mis manos se hicieron puño.

—Usted… usted —No podía hablar del coraje—. ¿Acaso me está chantajeando?

—No, no la estoy chantajeando, ¡Claro que no!  Si usted se acuesta conmigo bajo coacción se le llama violación. Y usted quiere esto tanto como yo, ¿No es así?

Me congelé, sin poder mover ni un músculo. ¿Quería acostarse conmigo?

Eso ha querido desde el comienzo, tú lo has sabido siempre, dijo una vocecita en mi mente.

Cuando por fin pude hablar, me sorprendió la decisión en mi voz. —Ni en sus sueños, viejo asqueroso —Tomé la taza de café y sin dudarlo me giré en mi silla para vaciar el líquido en sus piernas.

Se echó hacia atrás inmediatamente, sus manos en sus entre pierna, quejándose del dolor. Cayó contra el sofá y se hizo un ovillo.

Me levanté con tal fuerza que la silla tocó el suelo.
—Si intenta algo más lo acusaré con el Decano, pervertido.

Salí dando grandes pasos, pero en cada metro que avanzaba la duda crecía y crecía más. ¿Y si le creían más a él que a mí?

***

Cuando el Decano me llamó horas más tarde no me sorprendió, tampoco me impresionó que el Doctor estuviera detrás de él, con su mirada lanzando dardos en mi dirección. El Decano no creyó ninguna de mis explicaciones y yo no era de las que suplicaban. Si ya estaba decidido mi expulsión no me humillaría. Para él, tirar el café fue mi amenaza para que no se atreviera a divulgarlo.

Salí con la frente en alto, como si ser expulsada no me afectara en nada. Sólo cuando estuve en la soledad de mi habitación fue cuando me desmoroné. ¿Y ahora que hacía? ¿Cómo se lo decía a Charlie y Renee? ¡Edward! ¿Cómo se lo digo a Edward? No puedo comenzar desde cero en otra universidad…

Oh, Dios. ¡Maldición! Pude haber hecho las cosas de otra manera. Pude mandarlo al diablo con más educación o pude…

No podría haberme acostado con él. Llevaba meses durmiendo con Edward y no soportaría acostarme con dos hombres al mismo tiempo. Apenas podía respirar del llanto tan fuerte.
Cuando escuché que la puerta principal se abrió intente tranquilizarme, sabía que Rosalie tenía clases todo el día y sólo podría ser Edward.

Apenas limpiaba las lágrimas con la manga de mi sudadera cuando él entró. En un parpadeó estuvo a mi lado.

—¡Mierda! ¿Qué ocurrió, Bella? ¿Qué te tiene así?

Intenté contestarle sólo sollozos salieron.

Me sujeto de los hombros, podía ver en sus ojos sus ganas de sacudirme. Vi cuando la idea pasó por su cabeza. —¿Estás herida? ¿Te han hecho algo?

Negué con mi cabeza, y abrí la boca para hablar, pero nada salió. Sólo más sollozos, más gemidos y jadeos.

Edward me acercó a él, pasando sus brazos alrededor de mis hombros, reconfortándome.

—¿Paso algo con Charlie?

¡Oh, no! Charlie me odiara cuando se enteré.

Mis sollozos se hicieron más fuertes mientras cerraba los ojos y me esforzaba por mascullar un: —No.

—Entonces, ¿Qué ocurre?

—Hoy… —Sorbí mi nariz con la manga de mi sudadera, sintiéndome incluso peor—, hice algo malo. Le grité al imbécil de Psicología,  ¡Y estaba tan molesta! ¡No pensé en las consecuencias!

Él se tenso, percibí su rigidez. —¿Qué hiciste, Bella?

—Me acusó de plagiar un trabajo, y me ofendí y lo insulte, y después, y después…

—¿Y después? —preguntó con dientes apretados.

—Le arrojé café hirviendo en las piernas.

—¿Por qué has hecho eso? Sabes que ese Doctor atraer muchos fondos para la universidad. Puede ser un cabrón arrogante, pero tienes que aguantarlo. Deberás pedirle una disculpa.

—Eso ya no importa.

—Claro que importa —Insistió él—. Cuando el Decano se entere…

—Ya se entero —Lloré—. Y como no quise disculparme me han expulsado, Edward.

Él se apartó de mí, mirándome entre sorprendido y molesto. —¿Ahora qué diablos harás? No hay buenas universidades próximas aquí, ¿Piensas marcharte? ¡Ponte tus zapatos! —ordenó.

—¿Para qué?

—Te llevaré a que pidas una disculpa, no dejaré…

Lo interrumpí. —No, Edward. Dije fuertemente que no le pediría disculpas a un viejo libidinoso.

—No me importa. Pedirás disculpas, así tenga que llevarte arrastrando de los cabellos —dijo lentamente, como advertencia.

Y yo no lo haría.

Me enfrentaría a las consecuencias, pero no me retractaría.

Y eso significaba pasar sobre Edward.

Edward intentó levantarme de la cama, pero yo me rehusé. —He dicho que no.

—Te he escuchado, eso no me importa. No dejaré que arruines nuestro futuro por orgullo.

¿Nuestro? Tu no estás expulsado, sólo yo. No estoy de humor para soportar recriminaciones.

Yo ya sabía que metí la pata, no lo necesitaba a mi lado recordándome como arruiné mi vida.

Lo vi masajear sus sienes, la ira relampagueando en sus ojos.

Swan, te has acostado con otros profesores anteriormente por calificación, ¿Ahora te haces la santa?

¿Cómo reaccionaría si le confesara que sólo quería que él me tocara?

—¿Prefieres que me prostituya por una calificación, Edward?

Lo haces sonar tan burdo. ¿Comprendes que ya no nos veremos más? ¿Comprendes que no sé que haré sin ti?

—¿Prefieres que me prostituyas para que no me pierdas, Edward?

Enrojeció, ahora tenía su dedo e índice en el puente de su nariz. Vi sus labios moverse para contar hasta diez, luego suspiró y dijo—: Por que no me cuentas con detalles como ocurrió todo.

Lo hice, sin omitir nada. Él caminaba de un lado a otro por la habitación.

—Ese cabrón, me las pagará.

—No, Edward,  no lo hagas. Ya es suficiente con mi expulsión para que sean dos.

Me miró sobre su hombro. —Luces horrible.

Le lancé la almohada. —Cállate.

Fue hasta el buró y sacó una caja de pañuelos desechables. No recordaba tener pañuelos, quizás la razón sea que yo nunca lloro.

Se sentó en el borde de la cama y puse mi cabeza en sus piernas.

—¿Y ahora que haremos?

Suspiré. —No sé, hoy no quiero pensar en el futuro.

Arqueó ambas cejas. —Yo si quiero pensar en el futuro, joder. Debería ir yo a disculparme por ti.

—Edward, por primera vez en tu vida, ¿Podrías apoyarme?

—Esa sería mi manera de apoyarte, Swan.

Volví a suspirar, está vez de cansancio. —Prométeme que no te disculparas. Ellos deberían disculpase conmigo, no yo con él.

—Pero…

—Pero nada, Edward. Por favor, promételo.

Su zapato golpeteó el suelo con impaciencia. —De acuerdo, lo prometo —dijo de mala gana—. Ahora, ¿Puedo intentar hacerte sentir mejor?

—No estoy de humor para sexo.

Su mano se posó en mi caja torácica, con suavidad acunó mi pecho y sólo pude cerrar los ojos, entregándome a las sensaciones.

Y eso fue lo que decidí que necesitaba. Entregarme a las sensaciones y no pensar en el mañana.

more »

14 julio, 2011

Avance: HQEANS


—¡Dios, Swan! ¡Dime que ocurre! ¿Por qué no dejas de llorar?

Negué con mi cabeza, y abrí la boca para hablar, pero nada salió. Sólo más sollozos, más gemidos y jadeos.

Edward se acercó a mí, pasando sus brazos alrededor de mis hombros, reconfortándome.

—¿Paso algo con Charlie?

¡Oh, no! Charlie me odiara cuando se enteré.

Mis sollozos se hicieron más fuertes mientras cerraba los ojos y me esforzaba por masculla un “No”.

—Entonces, ¿Qué ocurre?

—Hoy… —sorbí mi nariz con la manga de mi sudadera, sintiéndome incluso peor—. … hice algo malo. Le grité al imbécil de Psicología, y ¡Estaba tan molesta! ¡No pensé en las consecuencias!

Él se tenso, percibí su rigidez. — ¿Qué hiciste, Bella?

—Me acusó de copear un trabajo, y me ofendí y lo insulte, y después, y después…

—¿Y después? —preguntó con dientes apretados.

—Le arrojé café hirviendo en las piernas.

—¿Por qué has hecho eso? Sabes que ese Doctor atraer muchos fondos para la universidad. Puede ser un cabrón arrogante, pero tienes que aguantarlo. Deberás pedirle una disculpa.

—Eso ya no importa.

—Claro que importa —insistió él—. Cuando el Director se entere…

—Ya se entero, —lloré—. Y como no quise disculparme me han expulsado, Edward.

Él se apartó de mí, mirándome entre sorprendido y molesto. — ¿Ahora qué diablos harás? No hay buenas universidades próximas aquí, ¿Piensas marcharte? ¡Ponte tus zapatos! —ordenó.

—¿Para qué?

—Te llevaré a que pidas una disculpa, no dejaré…

Lo interrumpí. —No, Edward. Dije fuertemente que no le pediría disculpas a un viejo libidinoso.

—No me importa. Pedirás disculpas, así tenga que llevarte arrastrando de los cabellos. —dijo lentamente, como advertencia.

Y yo no lo haría.

Me enfrentaría a las consecuencias, pero no me retractaría.

Y eso significaba pasar sobre Edward.

more »

17 junio, 2011

Outtake: Hasta Que El Amor Nos Separe

Twilight es propiedad de Stephanie Meyer, la trama es mía y prohibida la copia total o parcial de la historia. Att. MerySnz
Bella Swan era adicta a los chicos malos. Llevaba años enamorada del peor hombre, su mejor amigo, pero ahora él quería cambiar las cosas. ¿Podrá amar al ahora príncipe azul? "Seré tu amigo hasta que el amor nos separe"


Pequeña prueba

Cuando Sam llegó con mi trozo de pastel, no pude evitar vanagloriarme un poco.

—¿Te divertiste de compras?

Estuvo confundida unos instantes, pero después su cerebro registro todo, — ¿Cómo lo has sabido?

—Tengo ojos en todas partes, —dije con arrogancia.

—Edward tarde o temprano regresara a mí. Es decir, es obvio que está cansado de ti. —improviso.

—No, te equivocas. Creo que él ya está cansado de ti. Solo eras una novedad. Ya no le importas, —con una cuchara tomé un poco del pastel, vacilante, no parecía haber escupido mi postre—. Él me pidió perdón…

—Edward nunca se disculpa, por favor, no mientas. —dijo con un ademán de indiferencia.

Negué con la cabeza, yo también sabía eso. En tantos años de conocernos, sólo lo he escuchado disculpándose dos o tres veces. Para él es difícil admitir una equivocación, al igual que yo. Por eso, cuando lo vi arrodillarse entre mis piernas, con sus ojeras, y sin ese brillo de arrogancia y humor que siempre lo caracteriza… no pude resistirme.

Planeaba hacerlo pagar, que rogara, suplicara, llorara o se humillara, pero solo basto con una sincera disculpa para olvidar todo. Me avergüenza haber cedido tan rápido, sin dar una buena batalla. Sólo cedí.

Porque al verlo, deseaba solo correr a sus brazos, y hacer que me prometiera que nunca más me haría lo mismo, que me jurará que siempre sería yo su primera prioridad. Para siempre.

—No miento, tú no lo conoces tanto como yo, y nunca podrás, ¿De verdad creíste que eres mejor que yo?

—Quizás no tenga la misma experiencia en la cama que tu, pero…

Reí, una risa burlesca y cruel, — ¿Experiencia? ¿Crees que lo que existe entre él y yo es experiencia? Entre Edward y yo saltan chispas.

Rodó sus ojos, —Eres su puta personal.

Esta vez, sus palabras no dolieron.

—Es obvio que para ti, cualquiera que tenga sexo es una puta.

—No, solo cuando se trata de Bella Swan.

Suspiré, esta vez ella no podía dañarme, ¡Ya no más! —Solo acéptalo, ¿Quieres? Edward es quien es. Se aburré de las chicas fácilmente.

—Sí, Edward es quien es. Por eso, si voy ahorita mismo al baño, él no me rechazaría.

Abrí la boca y cerré varias veces, sin saber que pasaría, ¿Él la rechazaría?

Ella sonrió, disfrutando de mi confusión, — ¿Qué ocurre? ¿Ya no estás tan segura?

Negué con la cabeza, sin saber si estaba burlándome o respondía a su preguntar. —De acuerdo, —dije vacilante—. Ve, y si Edward te rechaza, nos dejaras en paz. ¿De acuerdo?

— ¿Y si no me rechaza? —Sam movió sus cejas de arriba hacia abajo varias veces.

—Pide lo que desees.

Sonrió ampliamente, y su seguridad me hizo dudar aún más. —Entonces, tú le hablaras bien de mí. Y me ayudarás a que sea mi novio.

Parpadeé sorprendida, tratando de recordar cuando Edward tuvo una novia por última vez, ¿Hace unos años?

Desvié un poco la mirada, sintiendo una opresión en mi pecho, sintiendo que quizás estaba arriesgando demasiado.

Mucho.

Hice una mueca, y acepte. —Ve por él, —Y como si no sintiera miedo agregué—. Pero prepárate para la humillación.

La observe irse, pero sus hombros estaban rígidos, y sus pasos no eran seguros. Me alegre que no estuviera segura, porque, ¿Qué puede ser seguro con Edward? 

Esta era una prueba, porque si él la rechaza puedo confiar en que sus disculpas fueron sinceras, en que no volveré a pasar por esto, pero si Sam gana, entonces, no podré soportar verlo con ella, y desde luego, esa chica no pararía de besarlo frente a mí.

Hice a un lado mi trozo de pastel, sin hambre.

Los minutos pasaron, dos, tres, cinco, y sabía que en menos de diez él podría ya  haberse echado un polvo. Dejé de respirar al ver la puerta abrirse, su cabello húmedo y oscuro me hizo dejar de respirar, y el nudo en mi estómago se apretaba aún más.

Cada vez que daba un paso, mi mirada lo analizaba, concentrándome en sus manos, si su boca estaba hinchada, si a su camisa le faltaba un botón, si la cremallera de sus jeans estaba desabrochados, si sus ojos brillaban… pero además de su cabello, nada había cambiado en él.

Edward levantó su mano antes de que hablara, —Había ido al baño a mojar mi rostro, me dejaste excitado, y ella llegó, discutió y la dejé hablando sola.

Lo miré directamente a sus ojos, buscando la mentira. — ¿Te ofreció sexo? —me aseguré.

—Sí.

— ¿Y quieres que crea que la rechazaste? ¿Te ofreció lo que tanto querías y la dejaste hablando sola?

—Así es.

Su voz era segura, sus ojos me veían fijamente.

No miente.

— ¿Por qué? —Esta vez, estaba confundida.

—No es eso lo que querías, ¿Estás molesta? ¿Por qué estas confundida?

—Deseo saber porque lo hiciste.

—Bella, ella no me interesaba tanto, era solo sexo, hay cientos de coños en el mundo, ¿Por qué aferrarme con ella?

—Entonces, porque le prometiste que no te acostarías con conmigo, ¿eh?

—Por qué no lo hice enserio, Swan. ¿Cuándo te he rechazado? Nunca, tú parecías estar ocupada con tus estudios, y estaba aburrido, ella era una compañía agradable, pero, ¡Vamos! Ahora no me tendrás tan olvidado, ¿No lo crees?

Entrecerré mis ojos, sacudiendo mi cabeza a la vez. Asimilando todo. Dios, no puedo creerlo, dije para mí misma.

Edward sacó su cajetilla de cigarrillos, —Swan, ya no soy un niño que tiene erecciones cada hora. Tengo estudios, el trabajo y tú me absorben todo mi tiempo. Ella me da el café gratis, y la chica de la librería dos calles abajo me da descuentos en mis compras, pero no las tomo enserio. Me conoces. Eso nunca cambiará en mí.

Asentí, repentinamente muda. —Eso me temo, que nunca cambiarás.

Me sonrió coqueto, con un poco de picardía, —Bueno, entonces ya sabes, eso significa que siempre serás mi número uno.

Hice una mueca, este momento era agridulce. —Supongo que es cierto. Hay que irnos, tienes que trabajar pronto. dije de pretexto, ya no quería seguir en este lugar, ni seguir hablando de lo mismo, me provocaba dolor de cabeza.

Vi sus labios moverse, pero ya no le estaba prestando atenció.
more »

12 junio, 2011

Hasta Que El Amor Nos Separe: Piedra En El Zapato II


Twilight es propiedad de Stephanie Meyer, la trama es mía y prohibida la copia total o parcial de la historia. Att. MerySnz
Bella Swan era adicta a los chicos malos. Llevaba años enamorada del peor hombre, su mejor amigo, pero ahora él quería cambiar las cosas. ¿Podrá amar al ahora príncipe azul? "Seré tu amigo hasta que el amor nos separe"

Coldplay - The Scientist
Piedra En El Zapato II

Edward Cullen, Actualidad
Algo relampagueó en sus ojos, fue solo un instante, pero lo vi. — ¿Qué pasa? —pregunté apresurado, no me agradaba esa determinación en sus ojos.

Las esquinas de sus labios se curvaron, fue una sonrisa… feliz. —Nada, tranquilízate. Sólo pensaba la maravillosa noche que pasamos.

Arqueé una ceja, —Te conozco casi igual que tú misma, Bella. No me puedes engañar. ¿Qué ocurre?

Suspiró, un suspiro dramático. —Pensaba en ti y en mí. Lo que vamos a hacer.

—Dime que no son más dudas, ¡Por favor! —rogué.

—No, nada de eso. Pensaba en que   estoy actuando como una cobarde.

—No, nada de cobarde, —no me gustaba que se menospreciara—. Entre nosotros han ocurrido cientos de cosas, buenas y malas, tenemos un pasado que no se puede borrar, ni pretender que nunca ocurrió, yo no tengo buenos antecedentes y lo acepto.

—Eso es cierto, pero no quita que soy una cobarde. Es decir, pase años ocultándote lo que sentía y para qué, ¿Para huir cuando creía que no lo soportaba? Hice lo que se suponía me mantenía callada, ¡Te perdí! No porque tú me rechazarías al enterarte, ¡Te perdí porque decidí irme! ¡Eso fue estúpido! ¡Una arrebato de locura sin pensar en las consecuencias!

Extendió su mano hasta mi barbilla, parecía disfrutar de la fricción contra su mano. — ¿Qué hubiera ocurrido si te lo hubiera confesado, Edward? Quizás te hubieras molestado, como cuando lo dije la vez anterior que estuviste aquí, pero después hubieras regresado a mí, tal cual como paso hoy,  tal vez…

—De eso nada, el tal vez no existe. Yo necesitaba esto para reaccionar, para madurar, para saber que debemos avanzar.

Pensó lo que dije unos segundos que me parecieron horas, hasta que finalmente asintió. —Puede que tengas razón.

—Tengo razón. Lo sabes.

Sonrió, —Alguna vez habías pensado en nosotros antes, cuando eras el otro Edward.

Reí, porque hablar de cuando era otro fue bastante cómico.

—Cuando estábamos en la universidad, si soy sincero. Me dejaste de hablar por alguna chica, no recuerdo su nombre… pero recuerdo que estuvimos semanas sin dirigirnos la palabra y pensé que tú y yo nunca pudimos compartirnos, yo nunca soporte verte con Jasper, no con Jacob en el instituto, secretamente quería ser el único… pero creí que era por nuestra naturaleza egoísta.

—Sam, —dijo ella—. Su nombre era Samantha.

— ¿Quién? —pregunté confundido.

—La chica con quien querías acostarte, y no lo lograste. Por quien discutimos.

Fruncí el ceño, recordando,  y traté que la culpabilidad no fuera tan visible en mi rostro.
more »

Peliculas populares

Publicidad