Twilight es propiedad de Stephanie Meyer, la trama es mía y prohibida la copia total o parcial de la historia. Att. MerySnz
Bella Swan era adicta a los chicos malos. Llevaba años enamorada del peor hombre, su mejor amigo, pero ahora él quería cambiar las cosas. ¿Podrá amar al ahora príncipe azul? "Seré tu amigo hasta que el amor nos separe"
Bella Swan, Actualidad.
Evito mi mirada, lo cual me dijo que
se sentía culpable por aquella ocasión. Me encogí de hombros, había ocurrido
tanto tiempo ya no tenía caso discutir
por ello.
—Supongo que el hecho de que no
recuerdes ni siquiera su nombre debería de alegrarme —Mis labios se curvaron
ligeramente.
—Supongo… —Su voz se desvaneció, por
unos momentos estuvimos en silencio, después agregó—: pero aprendí mi lección y
no volverá a ocurrir. Se podría decir que después de eso me porte relativamente
bien.
Dejé escapar una carcajada.
¿Relativamente bien?
—Define “bien”, Edward.
—Bueno —Hizo una mueca—, no fui ni soy
un caballero en toda la extensión de la palabra, sin embargo me mantuve lejos
de los problemas. De hecho —sonrió y su mirada brillante se encontró con la mía—,
fuiste tu quien se metió en problemas inmediatamente.
¿En qué momento pasamos de hablar de
su mal comportamiento al mío?
—Se trataba de ti, no de mí —señalé.
—Lo sé, pero no pude evitar
corregirte. Fuiste tú quien no se porto relativamente —dijo la última palabra
con comillas en el aire—, bien.
Hice una mueca, casi segura de saber a
que asunto se refería. —No me porte mal, sencillamente me defendí.
Arqueó una ceja, vislumbré en él un
poco de su típica actitud arrogante. No todo se había ido.
—¿Defenderte? —Sus cejas subieron y
bajaron con incredulidad—. Bella, al pobre hombre lo dejaste si descendencia.
—Ja. Ja. Muy gracioso, él ya tenía
hijos. Además, alguien necesitaba darle
un lección de humildad y…
Me interrumpió. —Que ironía —Besó la
punta de la nariz.
—Sabes, algunas veces me arrepiento de
lo que hice. Durante mucho tiempo mis empleos fueron mal pagados, pero hoy
puedo decir con orgullo que me gusta lo que hago y estoy allí gracias a mi
esfuerzo y dedicación, no he llego hasta aquí por besarle el trasero a nadie.
Asintió. —Estoy de acuerdo contigo, a
pesar que en su momento no lo estuve —suspiró—. ¿Pero no podrías haberle dado
una disculpa-no-sincera para no herir
tu orgullo ni el de él?
—¿Y soportar su sonrisa de satisfacción
el resto del curso? No. La mayoría de las veces no me arrepiento.
—La mayoría de las veces —No fue una
pregunta, si no una afirmación—. Pero yo sí me disculpe por ti, Bella.
Fruncí el ceño, sin comprender del
todo su última frase. ¿Qué quería decir con que él se disculpo?
—¿Con quién te disculpaste y por qué?
—Con el Doctor, para que intercediera
por ti.
—Te pedí que no lo hicieras —Casi
grité—. Me dijiste que no lo harías. No, me prometiste que no lo harías.
—En ese entonces no tomaba muy enserio
mis promesas —Se disculpo con un encogimiento de hombros—. Yo soy quería seguir
teniéndote a mi lado, de eso me declaro culpable.
Su voz no tenía ni una pizca de
disculpa. Eso me exasperaba.
—¡Edward! ¿Por qué esperaste hasta hoy
para confesármelo? —Lancé las manos al aire como gesto de exasperación.
—Debido a que ya no me acordaba. Si tu
no podías disculparte, yo sí.
—Pero tu… pero tu… —No te disculpas nunca.
Él entendió mis palabras no
pronunciadas.
—En ese momento yo sólo pensaba en no perderte, en el daño que te
ocasionaría ser expulsada de la universidad, no sólo académicamente, si no con
tu familia, tu futuros empleos, y más que nada, yo no quería perderte. Pensaba
que ese sería nuestro fin, tú te marcharías o te alejaría de mí. Pensé que yo
estaría tomando clases mientras tú ya no tenías el apoyo de Charlie y Renee, y
te mudarías de regreso a Fork —Tomó una bocanada de aire—, pensé en muchas
cosas.
—Edward, no te librarías de mí tan
fácilmente…
Bella Swan, 23 años.
Mis deportivas golpeteaban con
impaciencia el suelo de mármol, sequé mis manos contra la mezclilla de mis
vaqueros, y sin embargo el nerviosismo de desaparecía.
Me encontraba afuera de la oficina de
mi maestro de Psicología, un tipo pomposo con el ego por el cielo. Si a mi me
preguntaban, su coeficiente intelectual es el de un bebé de dos años. Sin
embargo, tiene estudios y postgrados en las universidades más reconocidas del
país y contaba con el respeto de la junta directiva de la universidad.
Para mi era un viejo rabo verde que le
gustaba coquetear con sus alumnas creyéndose Robbie Williams. Seguramente tiene
fantasías de nosotras subiéndonos a los escritorios y gritándole: “Oh, capitán,
mi capitán”.
Le había pillado mirando la
entrepierna a una compañera que usaba falta y descuidadamente se sentó mal.
También lo pillé mirándome el escote la semana pasada y cuando entramos a clase
ayer sentí una mano posarse en mi trasero, pero había tantos chicos detrás de
mí intentando entrar al aula junto con el maestro que no podía acusar a nadie. Pero
estaba segura que fue él.
A pesar de los incidentes, me había
citado hace unas horas a su oficina. Mentiría si dijera que su clase es una de
mis materias favoritas. Así que no me esforzaba por participar y sobresalir en
mis notas, sin embargo entregaba los trabajos a tiempo.
Y era la incógnita la que me tenía
nerviosa. ¿Para qué me cito?
No ayudaba saber que él estaba solo en
su despacho y sin embargo no me recibía. Me hacía esperar con un propósito,
¿Pero cuál?
Cuando por fin el reloj en el pasillo
mostró la hora en punto, él salió de su oficina. Su ropa impecable y
ajustándose sus gafas.
—Pase, Srta. Swan. Acabo de
desocuparme.
Mentira.
Caminé con paso decidido dentro de
su oficina, fingiendo una seguridad que no poseía. Sin esperar invitación me
senté en la silla frente al escritorio.
Miré sin disimulo a mi alrededor,
estantes llenos de libros en las cuatro paredes, un largo sofá a mi lado
derecho, una maceta con una extraña planta en una orilla, un archivero plateado
con una cafetera sobre ella y su escritorio viejo y elegante era todo lo que
había en ella. De hecho, su moderna portátil sobre el escritorio de caoba era
demasiado llamativa entre tantas cosas antiguas y… viejas como su dueño.
—¿Puedo saber para que me citó
aquí? —Me eché para atrás para verlo encender la cafetera antes de sentarse detrás
del escritorio, después pasó sus manos sobre sus pantalones.
Bien,
no soy la única nerviosa.
—He revisado el último trabajo que
me entrego.
Oh, era eso. Bueno, mi trabajo no fue
el más elaborado, ni el basado en mejor investigación, pero era claro, conciso
y coherente. No esperaba la nota más alta, pero tampoco una baja.
Buscó entre varios folder hasta
que dio con el que supuse era mío.
—Basándome en las observaciones, la mejor técnica para disminuir o
acabar con el consumo del cigarro es la fuerza de voluntad. Sin ella, lo demás
no aportará cambio alguno. —Leyó.
—Sí, sé que no es la deducción más
asombrosa, pero estoy segura de que es la más correcta.
—Sus compañeros entregaron
trabajos más… ¿estimulantes?
—¿Qué tiene de estimulante
trabajos amarillentos? Las personas controversiales disfrutaran de leer
escritos controversiales, no me interesa escribir sobre el perfil del último
adolescente incomprendido que decidió matar a sus compañeros de clase.
Enrojeció. —¿Y escribir sobre
“cómo dejar el tabaco” no considera que es algo de preparatoria?
—¡Claro que no! Pero la mayoría de
mis compañeros fuman demasiado, es una adicción.
—Usted también es una adicta —Interrumpió.
—¿Perdón? —¿Acababa de llamarme
adicta?
Tomé una bocanada de aire, el
aroma de café recién hecho me tranquilizo.
—Me atrevo a decir que usted fuma
desde temprana edad. ¿Me equivoco?
No, pero no pensaba admitirlo.
—Entonces estoy aquí porque
considera mi trabajo mediocre —No fue una pregunta.
—No, pero puedo haber hecho un
trabajo más complejo.
Se levantó se su silla y fue al
archivero detrás de él, lo vi llenar dos tazas con café hirviendo. No quise
señalar que yo no quería café, pero en la situación que me encontraba no quería
buscar más pelea.
Dejó una humeante taza frente a mí
y la otra frente a su silla para proceder a sentarse. —Me disculpara si no le
ofrezco crema, suelo beber mi café negro.
Asentí, pero no tomé mi café.
—Mi trabajo no es el más original,
sin embargo es claro y conciso.
—Exactamente por eso está aquí.
—¿No es claro y conciso?
—No es el más original —Bebió café
y después ojeó nuevamente mi trabajo—. Este trabajo ya ha sido entregado antes.
Lo miré confundida. —¿Alguien más
entregó un trabajo sobre la adicción al cigarro? ¿También citó a las veinte
personas que entregaron su análisis sobre desequilibrados-mentales-que-matan-a-compañeros-de-clases?
Suspiró y ajustó sus gafas. —No, la cité a usted para
decirle que su trabajo es igual en cada
palabra. Plagio su trabajo, en esta universidad no aceptamos el robo del
trabajo ajeno.
Mi cara debió de ser un poema,
porque yo estaba realmente confundida. —Sigo sin entender, ¿me puede decir de
quien es ese trabajo del cual yo supuesta robé?
—No es de un compañero de clase.
—¿Fue de algún otro grupo?
—No, de hecho no es de está
universidad.
—Entonces es imposible que sea
plagio, quizás es parecido y las grandes mentes piensan igual —Traté de
bromear.
—No entiende el problema en el que
está medita, ¿verdad? —Su voz un poco dura—. Podrían demandarla, expulsarla de
la universidad, ficharla en las empresas…
—Pero, pero, pero… —tartamudeé.
—Pero podemos solucionar el
problema —Se levantó, rodeando el escritorio y posicionándose detrás de mí—. No
tengo porque informarle al decano de mi descubrimiento.
—Le aseguró que debe de ser un
error —dije con ímpetu—. Le doy mi palabra.
—Aquí el valor de la palabra
carece de significado —Su mano se posó en mi hombro y me estremecí, mordiéndome
el labio, deseando con vehemencia que no sean imaginaciones mías sus
insinuaciones.
—Entonces, que sean los hechos.
Busqué el análisis original y comparemos. Estoy segura de que debe ser un
error.
Chasqueo la lengua, su aliento
soplando el cabello en mi cuello. —Es un plagio si yo lo digo, Srta. Swan.
¿Trataba de decirme que todo era
un invento? Mis manos se hicieron puño.
—Usted… usted —No podía hablar del
coraje—. ¿Acaso me está chantajeando?
—No, no la estoy chantajeando,
¡Claro que no! Si usted se acuesta
conmigo bajo coacción se le llama violación. Y usted quiere esto tanto como yo,
¿No es así?
Me congelé, sin poder mover ni un
músculo. ¿Quería acostarse conmigo?
Eso
ha querido desde el comienzo, tú lo has sabido siempre, dijo una vocecita
en mi mente.
Cuando por fin pude hablar, me
sorprendió la decisión en mi voz. —Ni en sus sueños, viejo asqueroso
—Tomé la taza de café y sin dudarlo me giré en mi silla para vaciar el líquido
en sus piernas.
Se echó hacia atrás
inmediatamente, sus manos en sus entre pierna, quejándose del dolor. Cayó
contra el sofá y se hizo un ovillo.
Me levanté con tal fuerza que la
silla tocó el suelo.
—Si intenta algo más lo acusaré
con el Decano, pervertido.
Salí dando grandes pasos, pero en
cada metro que avanzaba la duda crecía y crecía más. ¿Y si le creían más a él
que a mí?
***
Cuando el Decano me llamó horas
más tarde no me sorprendió, tampoco me impresionó que el Doctor estuviera
detrás de él, con su mirada lanzando dardos en mi dirección. El Decano no creyó
ninguna de mis explicaciones y yo no era de las que suplicaban. Si ya estaba
decidido mi expulsión no me humillaría. Para él, tirar el café fue mi amenaza
para que no se atreviera a divulgarlo.
Salí con la frente en alto, como
si ser expulsada no me afectara en nada. Sólo cuando estuve en la soledad de mi
habitación fue cuando me desmoroné. ¿Y ahora que hacía? ¿Cómo se lo decía a
Charlie y Renee? ¡Edward! ¿Cómo se lo digo a Edward? No puedo comenzar desde
cero en otra universidad…
Oh, Dios. ¡Maldición! Pude haber hecho
las cosas de otra manera. Pude mandarlo al diablo con más educación o pude…
No podría haberme acostado con él.
Llevaba meses durmiendo con Edward y no soportaría acostarme con dos hombres al
mismo tiempo. Apenas podía respirar del llanto tan fuerte.
Cuando escuché que la puerta
principal se abrió intente tranquilizarme, sabía que Rosalie tenía clases todo
el día y sólo podría ser Edward.
Apenas limpiaba las lágrimas con
la manga de mi sudadera cuando él entró. En un parpadeó estuvo a mi lado.
—¡Mierda! ¿Qué ocurrió, Bella?
¿Qué te tiene así?
Intenté contestarle sólo sollozos
salieron.
Me sujeto de los hombros, podía
ver en sus ojos sus ganas de sacudirme. Vi cuando la idea pasó por su cabeza. —¿Estás
herida? ¿Te han hecho algo?
Negué con mi cabeza, y abrí la
boca para hablar, pero nada salió. Sólo más sollozos, más gemidos y jadeos.
Edward me acercó a él, pasando sus
brazos alrededor de mis hombros, reconfortándome.
—¿Paso algo con Charlie?
¡Oh,
no!
Charlie me odiara cuando se enteré.
Mis sollozos se hicieron más
fuertes mientras cerraba los ojos y me esforzaba por mascullar un: —No.
—Entonces, ¿Qué ocurre?
—Hoy… —Sorbí mi nariz con la manga
de mi sudadera, sintiéndome incluso peor—, hice algo malo. Le grité al imbécil
de Psicología, ¡Y estaba tan molesta!
¡No pensé en las consecuencias!
Él se tenso, percibí su rigidez. —¿Qué
hiciste, Bella?
—Me acusó de plagiar un trabajo, y
me ofendí y lo insulte, y después, y después…
—¿Y después? —preguntó con dientes
apretados.
—Le arrojé café hirviendo en las
piernas.
—¿Por qué has hecho eso? Sabes que
ese Doctor atraer muchos fondos para la universidad. Puede ser un cabrón
arrogante, pero tienes que aguantarlo. Deberás pedirle una disculpa.
—Eso ya no importa.
—Claro que importa —Insistió él—.
Cuando el Decano se entere…
—Ya se entero —Lloré—. Y como no
quise disculparme me han expulsado, Edward.
Él se apartó de mí, mirándome
entre sorprendido y molesto. —¿Ahora qué diablos harás? No hay buenas
universidades próximas aquí, ¿Piensas marcharte? ¡Ponte tus zapatos! —ordenó.
—¿Para qué?
—Te llevaré a que pidas una
disculpa, no dejaré…
Lo interrumpí. —No, Edward. Dije
fuertemente que no le pediría disculpas a un viejo libidinoso.
—No me importa. Pedirás disculpas,
así tenga que llevarte arrastrando de los cabellos —dijo lentamente, como
advertencia.
Y yo no lo haría.
Me enfrentaría a las
consecuencias, pero no me retractaría.
Y eso significaba pasar sobre
Edward.
Edward intentó levantarme de la cama, pero yo
me rehusé. —He dicho que no.
—Te he escuchado, eso no me
importa. No dejaré que arruines nuestro futuro por orgullo.
—¿Nuestro? Tu no estás expulsado, sólo yo. No
estoy de humor para soportar recriminaciones.
Yo ya sabía que metí la pata, no lo necesitaba
a mi lado recordándome como arruiné mi vida.
Lo vi masajear sus sienes, la ira
relampagueando en sus ojos.
—Swan, te has acostado con otros profesores
anteriormente por calificación, ¿Ahora te haces la santa?
¿Cómo reaccionaría si le confesara que sólo
quería que él me tocara?
—¿Prefieres que me prostituya por una
calificación, Edward?
—Lo haces sonar tan burdo. ¿Comprendes que ya
no nos veremos más? ¿Comprendes que no sé que haré sin ti?
—¿Prefieres que me prostituyas
para que no me pierdas, Edward?
Enrojeció, ahora tenía su dedo e índice
en el puente de su nariz. Vi sus labios moverse para contar hasta diez, luego
suspiró y dijo—: Por que no me cuentas con detalles como ocurrió todo.
Lo hice, sin omitir nada. Él
caminaba de un lado a otro por la habitación.
—Ese cabrón, me las pagará.
—No, Edward, no lo hagas. Ya es suficiente con mi
expulsión para que sean dos.
Me miró sobre su hombro. —Luces
horrible.
Le lancé la almohada. —Cállate.
Fue hasta el buró y sacó una caja
de pañuelos desechables. No recordaba tener pañuelos, quizás la razón sea que
yo nunca lloro.
Se sentó en el borde de la cama y
puse mi cabeza en sus piernas.
—¿Y ahora que haremos?
Suspiré. —No sé, hoy no quiero
pensar en el futuro.
Arqueó ambas cejas. —Yo si quiero
pensar en el futuro, joder. Debería ir yo a disculparme por ti.
—Edward, por primera vez en tu
vida, ¿Podrías apoyarme?
—Esa sería mi manera de apoyarte,
Swan.
Volví a suspirar, está vez de
cansancio. —Prométeme que no te disculparas. Ellos deberían disculpase conmigo,
no yo con él.
—Pero…
—Pero nada, Edward. Por favor,
promételo.
Su zapato golpeteó el suelo con impaciencia.
—De acuerdo, lo prometo —dijo de mala gana—. Ahora, ¿Puedo intentar hacerte
sentir mejor?
—No estoy de humor para sexo.
Su mano se posó en mi caja torácica,
con suavidad acunó mi pecho y sólo pude cerrar los ojos, entregándome a las
sensaciones.
Y eso fue lo que decidí que
necesitaba. Entregarme a las sensaciones y no pensar en el mañana.